Monte de Urra, un desconocido combate entre primos en el suelo de Chillán

Corría el año 1851 y debían celebrarse elecciones para elegir a un nuevo Presidente de la República. La constitución de 1833 otorgaba amplios poderes al presidente, en desmedro de las atribuciones que tenían los otros poderes del Estado, de tal manera que podía intervenir descaradamente en la elección de su sucesor. Gobernaba Chile Manuel Bulnes Prieto, héroe de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana y vencedor de la batalla de Yungay de 1839. Su prestigio militar aunado con el parentesco con el presidente Joaquín prieto Vial, de quien era sobrino, lo catapultaron a la presidencia de la nación para gobernar en el periodo de 1841 a 1846, siendo reelegido por un periodo más desde 1846 y hasta 1851, sirviendo en total diez años el cargo de presidente. Naturalmente, su intención era que sus correligionarios conservadores siguieran en el poder y el candidato elegido para sucederle fue Manuel Montt Torres. Los liberales, contrarios al gobierno, levantaron la candidatura de José María de la Cruz Prieto, primo del propio Manuel Bulnes y con destacada participación en la guerra de la independencia de Chile. Este caudillo vivía en Concepción, ciudad que mantenía la importancia y prestancia histórica que venía desde el tiempo de la colonia, ya que había sido el centro del poder militar por la dilatada guerra de Arauco. Así, de esta ciudad había salido la casta de los primeros gobernantes de Chile posterior al año 1831, es decir, Joaquín Prieto Vial, Manuel Bulnes Prieto y José María de la Cruz Prieto eran parientes entre si y provenían de una familia penquista.

Aquel año de 1851 se hizo la elección con un fuerte intervencionismo del gobierno, resultando elegido don Manuel Montt Torres para suceder a Manuel Bulnes Prieto, elección que no fue reconocida como válida por los contendientes del bando contrario, que acusaron no sin fundamento una serie de vicios y fraudes, por lo que estimaban que el verdadero candidato electo era el general José María de la Cruz, quien en definitiva desconoció la validez de la elección presidencial de aquel año.

La revolución estalló en el norte, en la ciudad de La Serena el 7 de septiembre de 1851, mientras que en el sur estalló en Concepción, encabezada por el ya mencionado general De la Cruz.

De la Cruz fue separado de su cargo de general y de intendente de Concepción, y su primo y ex presidente Manuel Bulnes se puso al mando del ejército que partió desde Santiago con dirección a Talca, estableciendo su campamento en las inmediaciones de San Javier, donde poco tiempo después se libraría la sangrienta batalla de Loncomilla.

Por su parte, el general Cruz partió con su ejército revolucionario desde Concepción, llegando a Chillán el 26 de octubre de 1851.

Según Vicuña Mackenna, la acogida que le dio el vecindario de Chillán “no era del todo lisonjera”, señalando que mientras en el pueblo viejo los “victoreaban (sic) y arrojaban flores; pero al pisar la ciudad nueva, la mayor parte de las casas estaban cerradas y silenciosas”.

Allí permaneció el general De la Cruz, ocupándose de organizar su ejército ante la amenaza inminente del avance del ejército de su émulo el general Bulnes, quien venía avanzando desde su campamento en las cercanías de San Javier. Estaba claro que el choque entre ambos ejércitos se produciría en algún punto entre Talca y Chillán.

Ya el 6 de noviembre, Bulnes había ocupado el pueblo de Parral, y para el día 9 del mismo mes se encontraba en San Carlos, en medio de una torrentosa lluvia primavera, lo que provocó que se tuviera que quedar detenido en dicho pueblo por cuatro días más, prosiguiendo su avance el día 13 de noviembre con dirección a Chillán.

El gran obstáculo que se interponía entre Bulnes y Chillán era el caudaloso río Ñuble, cuyo vado más directo e inmediato a la ciudad era el de Cocharcas, el que se encontraba vigilado y guarnecido por las tropas de Cruz.

Así, Bulnes en una maniobra distractiva, simuló su intención de cruzar por el vado de Cocharcas, sin embargo se fue mucho más hacia el este, al vado de Nahueltoro, y ya el día 14 de noviembre su ejército comenzaba el cruce del río Ñuble por este punto, completando el cruce del río el día 15.

Ya el día 16 el ejército de Bulnes se encontraba a pocos kilómetros de Chillán.

Mientras Bulnes movía su ejército en dirección a Chillán desde Cato, su adversario Cruz lo movía desde el lado sur del vado de Cocharcas al lugar llamado Los Guindos.

Vicuña Mackenna en el Tomo II de su obra “Los Diez años de la administración Montt”, señala “El teatro que iba tener la guerra era la ciudad de Chillán y sus campiñas inmediatas, en medio de las que está edificada aquellas como un tablero de ajedrez sobre un tapiz de verdura. Dilátanse aquellas llanuras, cuyos horizontes interrumpían entonces solo las líneas de algunas jóvenes alamedas, por un espacio que mide cuarenta o cincuenta leguas de área, entre el Itata y el Ñuble, las cordilleras y las colinas de la costa. Fueron estos llanos, a cuya cista, es fama, exclamó uno de nuestros generales. ¡Que hermoso campo para un combate naval!; y a la verdad, que la imagen no es del todo desaprobada, porque, mirando hacia el oriente, aquellas suaves y vastas ondulaciones aseméjase a un mar inmovilista y petrificado, al que el solitario Descabezado y la lava que brota del Pico de Chillán, sirvieran de gigantescos faros.”

Ya en la madrugada del día 19 de noviembre, el ejército de Bulnes se movió en dirección a Chillán, lo que fue advertido por los observadores que envió Cruz, más un desertor del ejército del gobierno.

Ya a las siete de la mañana, cruz había organizado en línea de batalla a su ejército más al oriente de donde tenía su cuartel general.

Poco después de las ocho de la mañana se avistaron las primeras columnas en marcha del ejército de Bulnes, por el camino que conduce de Chillán a la montaña (hoy llamado Camino a Coihueco), ubicándose el ejército revolucionario aproximadamente a unas siete u ocho cuadras más al norte de donde debía pasar el ejército de Bulnes.

Al pasar frente al punto donde se situaba el ejército de Cruz, comenzaron a oirse los primeros disparos, comenzando un amague de ataque por los flancos del ejército de Bulnes, el que no detuvo su marcha hacia Chillán.

Señala Vicuña Mackenna en su obra ya citada: “La batalla iba pues a empeñarse y sería terrible. A una señal del general Cruz, su línea de infantería se plegaría en columnas de ataque, sus masas de jinetes se agruparían en los flancos y mientras el cañón jugaba, desde las eminencias del terreno, sobre la línea que debía tender el enemigo, caerían aquellas como un torrente de fierro sobre los fatigados batallamos de la capital, esforzándose por arrollarlos sobre las barrancas elevadísimas del Cato. Acaso en aquel día en aquella hora, iba a ser el cauce de este río la tumba de la reacción vencida ahora, como el del Lircay fue el sangriento lecho del bando liberal en 1829.”

Y he aquí una frase notable, digna del bronce que algún día engalane el monolito que marque el sitio de esta desconocida batalla que ensangrentó el suelo de Chillán, y que dirigió el secretario del general Cruz, don Pedro Vicuña a su jefe: “Señor, ¿será posible que vayamos a matarnos entre hermanos, sin que nos digamos antes una sola palabra de reconciliación?

Sin embargo, Cruz contestó: “Ellos lo quieren. A ellos tocaba hablar y ya ve usted como han roto sus fuegos”.

Posteriormente, Cruz instruyó a su secretario que hiciera lo que le pareciera, y este ordenó que un soldado con bandera de parlamento se acercara a Bulnes con una nota, pero eso en caso alguno detuvo a Bulnes en su marcha hacia Chillán, lo que provocó naturalmente la molestia de Cruz al haberse roto las reglas de la guerra, arengando a sus tropas y ordenándoles que se pusieran en marcha hacia Chillán, a encontrarse con el enemigo, deteniendo su marcha casi en los suburbios de la ciudad de Chillán.

Vicuña Mackenna describe el combate de Monte de Urra como “el Junin de nuestras guerras civiles y que tan inapropiadamente se ha llamado Batalla de los Guindos” . La comparación viene porque Monte de Urra fue un combate de caballería, al igual como lo fue la batalla de Junín en el marco de la guerra de independencia del Perú.

Actualmente el nombre de Monte de Urra ha sido olvidado por los chillanejos, debido a que el tiempo ha ido cambiando los topónimos y olvidando los de antaño. Sin embargo, Monte de Urra corresponde a lo que después se denominó Fundo El Mono, lugar donde hoy se asienta el campus Fernando May de la Universidad del Biobío, las Villas Barcelona y todas las demás que existen al costado oriente de la Avenida Andrés Bello. De hecho, el lugar aparece mencionado en varios títulos del Conservador de Bienes Raíces de Chillán como Monte de Urra o El Mono. Coincide este lugar con la descripción que hace Vicuña Mackenna en su libro, ya que por ahí pasaba el antiguo camino a Coihueco, antes de modificarse su trazado por la actual avenida Vicente Méndez. Vestigio de ese antiguo trazado es el nombre de la Avenida Coihueco, que recibe el primer tramo desde la calle Francisco Ramírez y hasta el camino a San Bernardo, desde donde toma el nombre de Avenida Andrés Bello.

Los Guindos subsiste con el nombre de General Lagos Guindos, y es el sector donde se emplaza el aeródromo Bernardo O’Higgins.

Vicuña Mackenna describe el terreno donde iba a trabarse el combate: “Era el terreno en que iba a trabarse el combate digno de los bravos que debían medirlo con sus armas. No había reparos, ni sinuosidades, ni accidentes que dieran la ventaja al mejor colocado. Una planicie rasa, empapada de verdura y de humedad, con las recientes lluvias; algún árbol solitario; sin más fosos que los que bordan el camino real, que, de esta suerte, sirvieron de reparo al ejército del gobierno que por él venía; sin otras palizadas, al contrario de lo que entonces se ponderó, que los débiles maderos que dividen los potreros, dejando entre ellos tan espaciosos claros que una línea de infantería no sería detenida ni desorganizada en su marcha más de unos pocos segundos: tal era el campo de Monte de Urra, así llamado por un matorral que crece en un bajío del terreno, y cuyo aspecto apenas haría creer hubiera merecido jamás el nombre de monte, sino fuera que en las llanuras del sur se dan esta pomposas denominaciones aun a las “manchas de palqui” que nosotros miramos como abrojos en nuestras zonas montañosas”

Incluso, Vicuña Mackenna señala haber visitado el campo de batalla en 1861, lo que indica en nota al pie de página en su obra ya citada: “Señálase todavía el árbol, a cuya sombra se mantuvo el general Bulnes, hacia un lado del camino. Visité el campo de batalla de Monte de Urra, en octubre de 1861, en compañía del amable joven de Chillán don Vicente Borne.”

La batalla, la primera de la sangrienta guerra civil o revolución de 1851 en el teatro de operaciones del sur, dejó 11 muertos en el bando revolucionario y 23 en el bando del gobierno. Sin embargo, pese a que una gran parte del ejército de Bulnes de dispersó por los campos vecinos, y que tácticamente fue una victoria de los revolucionarios, Bulnes pudo ocupar Chillán, mientras el ejército de Cruz fue a ubicarse en la hacienda de Boyén luego de haberse replegado a la hacienda de Los Guindos.